Relación buena comida, buena bebida

Los buenos comedores de todo el mundo también son amantes de vinos y licores, y como tal sufren con frecuencia de una dolencia, el guayabo, ratón, resaca, hangover… Los guayaberos o enguayabados crónicos tienen una forma peculiar de comer para sentirse consentidos – sea en su casa o en un establecimiento público; verbigracia “la piscina del club”, “la piscina del hotel”, la tienda del barrio…- pues su problema es inseguridad.

Quien bebe en exceso, a quien la bebida le hace daño, quien da lora con los tragos, quien se angustia con un solo whisky tiene problemas pero se niega a reconocerlo. El buen comedor como el buen bebedor resiste, disfruta y no tiene porque padecer de efectos residuales.

Para los guayaberos existen comidas especiales que atenúan sus padecimientos, por lo regular son caldos sustanciosos “con muchas calorías” que elevan el sistema inmune después de haber caído a tierra con toneles de licor atacando todos los flancos, después de haber gastado energías  innecesarias en su forcejeo al resistirse -a cualquier cosa-, en las arcadas… en las metidas de pata, en las lagunas, en las riñas que arma, en los autos que estrella, en esas cosas feas de los que beben feo y sin control. 

 A pesar de todo, los guayaberos aman su estado de guayabo. De lo contrario no beberían como beben y evitarían la fatal congestión del otro día… Aman su estado de guayabo porque “caen en cama” aquejados con ese no sé qué que da en todo el cuerpo, con ganas de dormir y sin poder conciliar el sueño, con modorra pero sobresaltado… es un dolor de cabeza y no lo es, las pisadas hacen eco en cada neurona que se encuentra a su vez postrada, dolorida, apaleada, abatida por el esfuerzo a que las sometimos haciendo alarde, gala vaya usted a saber de qué, y que la mayoría de las veces termina interpretándose un oso tenaz en el escenario. Y es una forma de hacernos daño. Es una forma de castigarnos por algo que no se quiere enfrentar.  Por eso al día siguiente sienten eso… un profundo malestar de haber gastado el tiempo, de haber tendidos lagunas, de haber dicho lo que debía y tenía que decir en sano juicio.

Los guayaberos son adictos al guayabo… para poder contar a sus compañeros de situación cómo terminó el rollo y cómo va el guayabo, y a quien le dio en la jeta y a quien ofendió en medio de la borrachera. O para ufanarse de no recordar lo que hicieron en pleno foforro y cómo echaron a perder la fiesta.

Aunque usted no crea los guayabos despiertan la libido al máximo. Bueno… hay seres de seres. La delicia báquica posiblemente no radica en la euforia prima de los efluvios… no. Está comprobado que una vez superados los malestares físicos y neurológicos (náuseas, tembladera, inseguridad, etcétera…) viene la segunda etapa donde el guayabo produce un estado nirvánico, una sensación de estar en lo más íntimo de uno. Un deseo de conducir un Alfa Romeo a 200 kilómetros por una autopista libre y segura, de ciencia ficción.  El hombre moderno no se atreve a confesar abiertamente sus fantasías sexuales y las saca a la luz por medio de insípidas e impersonales estadísticas falsas; en una de éstas, de las más recientes, se comprueba que las más radiantes y eficaces erecciones masculinas se han logrado en la etapa pos guayabo dos. Y las mayores respuestas sexuales femeninas, igual. Y aunque esta contra parte no necesariamente comparta los malestares del guayabo, pero iguales o mejores respuestas se dan si ambas personas se encuentran bajo los mismos efectos. Lo que querría decir que “Pareja que bebe unida, permanece unida.” Es natural que se trata de una “bebeta” normal, porque aquellas de perder el conocimiento hasta caer como una cuba, idiotizan.

Los famosos paseos a la finca después de la fiesta para desenguayabar no tienen precedentes en ninguna historia social. De allí sale la mayoría de los romances, no de la noche anterior. Hay mayores resultados amorosos en las siestas que se duermen después de los asados, sancochos, ajiacos, terneras, mojarra frita y mar y piscina de desenguayabe… que en las mismas saturnales de la víspera.

El sol es buen aliado del guayabero porque repone sus vitaminas, la C, la D, la A, claves para el proceso de reforzamiento de emergencia del sistema inmune. En otras palabras el alimento debe ser esencialmente “levanta muerto”, una sopa de mondongo magistralmente hecha… Un caldo de costilla de espectáculo… esas cosas liquidas, que hidratan, que recuperan.

También hay licores efectivos para desenguayabar siendo el más popular y conocido el de jugo de tomate, vodka, gotas amargas, gotas de limón y ajo…. Bloody Mary. Las sangritas a base de jugo de tomate, jugo de naranja, gotas de aji picante, sal, pimienta y limón… Las sangrías… Los tés helados con jugo de limón, las aguas frescas de tamarindo, Jamaica, limonadas… corozo… toronja… que se combinan con un poco de licor, por lo regular quinados, que tonifiquen el estómago… que relajen el sistema nervioso. La changua y el gazpacho son—cada uno en su clima—los mejores primeros auxilios del enguayabado, contándose como principal reanimador el agua de perejil concentrada bien caliente. Con esta toma se asegura que las pobres neuronas no sufrirán tanto, se podrá hilar frase, no habrá dolor de cabeza y el sueño con toda seguridad será ciento por ciento reparador, los colores chillones no destemplan ni los ruidos estridentes estremecen.

En el tema de beber estoy absolutamente de acuerdo con Lin Yutang. Parecíera que sale de las entrañas de mi cerebro.

“No soy bebedor y, por lo tanto, carezco de capacidad para hablar de vinos y licores. Mi capacidad es la de tres copas de vino de arroz, shaosing, y hasta soy capaz de marearme con un vaso de cerveza.”

Yo tampoco soy la más bebedora pero puedo beber largo y lento hasta ver la luz del día. Entre los juegos del vino está el comer. La clave es comer mientras se conversa y se bebe. Beber relajados en el disfrute.

“El placer de beber vino, especialmente lo que los chinos llaman “un traguito”, que encontramos tan constantemente en la literatura china, me pareció siempre un misterio, hasta que una hermosa dama de Shanghai, semiembriagada, se explayó sobre sus virtudes con tal poder de convicción que finalmente pensé que era real la situación descrita.

“Uno parlotea y parlotea en un estado de semiembriaguez, que es el estado mejor y más feliz”, me dijo esta dama.”

Beber da una sensación de júbilo, de confianza en el propio poder de vencer todos los obstáculos, y una sensibilidad aguzada, y el poder humano del pensamiento creador, que parece residir en la frontera del hecho con la fantasía, es elevado a un tono más alto en sí mismo y de emancipación, tan necesarias para el momento creador.

“Hay una sabia idea en la indicación de que los modernos dictadores de Europa son tan peligrosos para la humanidad porque no beben.”

(“Los dictadores no beben”, Charles W: Ferguson”)

           “Stalin, Hitler y Mussolini son modelos de sobriedad (qué pena)… Los hombres que simbolizan la tiranía en la forma moderna, que son los actuales conductores de hombre, son individuos dignos de emulación por cualquier joven ambicioso que desee ir adelante. Cualquiera de este grupo sería un buen yerno y buen marido… Representa el ideal evangelista de la rectitud moral… Hitler no come carne, no bebe, no fuma. A estas virtudes sofocantes suma otra y más notable, la virtud de la continencia… Mussolini es más animal en lo que come, pero con empecinada entereza se abstiene de las bebidas espirituosas, pues sólo de vez en cuando toma un tentador vaso de vino ligero; pero nada que pueda inmiscuirse seriamente en asuntos tan altos como el sojuzgamiento de un pueblo inferior. Stalin vive frugalmente en un departamento de tres habitaciones; viste modestamente y con enorme sencillez, come con frugalidad algunas cosas sencillas, y paladea el coñac como un conocedor.”

 “¿Querrá decir”, discierne Ferguson, “que estamos en poder de una camarilla de hombres especialmente presumidos, desastrosamente rectos, enconadamente conscientes de su tremenda rectitud, y por ende tan peligrosos que el mundo en general estaría mucho mejor si pudiera llevarlos a emborracharse bien?”

“Ningún hombre podría ser un dictador peligroso si le quedara el efecto matinal de una borrachera. Quedaría destruida su sensación de ser Dios Todopoderoso. Se consideraría basto y humillado en presencia de sus súbditos. Se habría convertido en uno más de la masa __uno de los más bajos de todos__ y la experiencia habría surtido efecto sobre su inaguantable engreimiento”.

 El escritor piensa que debería ofrecerse un “cóctel party” internacional, sólo con la concurrencia de estos jefes escogidos, en el cual “el objeto principal sería simplemente emborrachar a los dignatarios tan tranquila y tan rápidamente como fuese posible”.  Y a la mañana siguiente, “lejos de ser los irreprochables superhombres de hoy, los mejores del mundo,  habrían pasado a ser tipos ordinarios, afligidos como sus menores partidarios, y quizá con ánimo de encarar los asuntos como hombres y no como semidioses”. Los dictadores son inhumanos y todo lo que es inhumano es vicioso. Una religión inhumana no es religión. Una política inhumana es una política boba, un arte inhumano es mal arte. 

Otro escritor chino dice: “El acto formal de beber debe ser lento y ocioso;  beber sin restricciones debe tener algo de elegante y romántico”… “una persona triste debe beber para embriagarse. Beber en un patio, en las afueras de la ciudad al aire libre,  en un bote en el mar, en invierno en la casa, y de noche se debe gozar la bebida en presencia de la luna.”

Otro escritor dice, “Hay un momento y un lugar adecuado para embriagarse. Uno debe embriagarse ante las flores de día, a fin de asimilar sus luces y colores; y uno debe embriagarse en la nieve, de noche, a fin de despejar las ideas.  El hombre que se embriaga cuando se siente feliz por un triunfo debe cantar, a fin de armonizar su espíritu; y el hombre que se embriaga en una fiesta de despedida debe pulsar una nota musical a fin de fortalecer su espíritu.”

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