Estrella de los Ríos
Bogotá, noviembre 6 de 2010
En los recorridos a lo largo y ancho de este esplendoroso jardín que es Colombia, incluyendo patios y traspatios, veredas y orillas de camino nos asalta la vista de un papayo. El papayo, este árbol de preciosas flores blancas de aspecto similar a un ramillete de azahares es de origen centroamericano, desde hace varios siglos se conoce y emplea en América y se cultiva en otros países de la zona intertropical del orbe como Asia y África. Antes de la Conquista en México se le conocía como chichihulzapotl, que en náhualt traduce zapote nodriza y se relacionaba con la fertilidad, posiblemente por la gran cantidad de semillas que lleva en su interior, similar a un útero crecido y que con un corte transversal parece una estrella.De la papaya o carica papaya, deliciosa y útil fruta que facilita la digestión, se extrae la papaína que actúa como ablandador de carnes.
El fruto es usualmente consumido crudo, sin su cáscara o sus semillas. El fruto verde inmaduro de la papaya puede ser consumido en ensaladas, encurtidos y estofados. Posee una cantidad relativamente alta de pectina, la cual puede ser usada para preparar mermeladas. La papaya verde es usada en la cocina del Caribe colombiano, Thai y vietnamita, ya sea cruda o cocinada. Las semillas negras tienen un sabor fuerte pero son comestibles. Algunas veces son molidas y usadas como substituto de la pimienta negra. En algunas partes de Asia las hojas jóvenes de la papaya son hervidas y consumidas como espinaca. En algunas partes del mundo las hojas son preparadas como té para ser consumidas como prevención de la malaria, aunque no existe evidencia científica real de la efectividad de este tratamiento, al igual que sus efectos antiinflamatorios. Los usos caseros son infinitos, entre otros, la savia corrosiva que erradica los callos o callosidades de los pies.
Pero también tenemos en Colombia la papayuela que crece en climas fríos del Altiplano, la vemos igualmente en patios y antejardines, de exquisito aroma y extraordinarias propiedades medicinales como expectorante. Uno de los dulces más apetecidos en estas tierras es el de papayuela en almíbar.
Y damos papaya por supuesto. Es el país de la papaya. Existen refranes que refieren a la papaya como “A papaya puesta, papaya partida”, “Dar papayita”, Dar papaya”, y para referirse a la facilidad de una tarea se dice que algo es de papaya, o fácil, o pan comido. Se dice que en Buga, Valle, cada casa tiene su papayo para amarrar al bobo producto de la endogamia.
Con respecto a la seguridad ciudadana y a la creciente corrupción e impunidad, los colombianos se empeñan en culpar al Estado, al Establecimiento de la proliferación de delitos de toda naturaleza, y a diario oímos la queja del que le roban, más de lo común, más de lo esperado. El colombiano da papaya, es despistado, no se cuida, no cuida sus pertenencias, su integridad física, su estado mental. Camina campante en las calles hablando más de lo necesario por teléfonos móviles y ¡zas! el zarpazo, para luego decir que le robaron. No le robaron, dieron papaya.
Por cada colombiano en Babia existen cinco o más delincuentes especializados en sacar provecho de la papaya puesta. Los que ponen la papaya, la carica, la fruta bomba, la lechosa, dejan sus autos aparcados en las calles por ahorrarse los pesos de un estacionamiento pago. Existen los especialistas en papaya puesta en Bancos, cajeros automáticos, salidas de las discotecas, donde los borrachos y las ebrias entaconadas no responden por su vida y caen en manos de los expertos en aprovechar la papaya puesta.
El erario público, el presupuesto nacional también pone su papaya. Los tumbes bimillonarios en contratos corruptos, son consecuencia de la papaya puesta. Afuera están los especialistas en cabildeo para confirmar que en tal o cual entidad están dando tan buena papaya, que se pueden subscribir contratos de muchos dígitos fáciles de incumplir, fáciles de demandar a la víctima del robo, fáciles de sacarles el cuerpo para cumplirlo a cabalidad.
Mientras las papayas sigan puestas habrán muchas papayas partidas y continuaremos obteniendo doctorados en majadería por no vivir alertas, por descuidar lo propio, por dejar que más Nules saquen provecho de la papaya “partía”. Pero es fácil echar la culpa a los demás, seguir quejándonos de que no se pueden dejar las casas abiertas, de que no podemos abrirle la puerta a cualquiera porque nos roban, de que no podemos andar en calles oscuras y solitarias a altas horas de la noche porque nos atracan, de que no podemos andar con las carteras sueltas de madrina porque nos sacan el dinero de las billeteras, de que no nos dimos cuenta, de que somos confiados, de que en este país no se puede vivir, de que necesitamos más seguridad. Mientras, seguirán vivas y aumentadas las legiones de quienes sí están alertas en su oficio de aprovechar el papayazo puesto. Los ejércitos verde fosforescente rellenando las calles y esquinas, igualmente despistados porque somos todos hijos de la misma educación, no dan a basto para atajar la avalancha de avivatos. No dar papaya nos libra de malas horas. No cuesta más. Sólo se requiere la mente despierta, la inteligencia activa, los sentidos aguzados y la serenidad de saber que estamos haciendo lo correcto por encargarnos de nosotros. ¿Si no me encargo yo, quién más?
Dulce de papaya verde
Quite la papaya del árbol, pele, retire las semillas, ralle o corte en tiras finas, sumerja en agua de limón para retirar la savia lechosa. Prepare un almíbar espeso con panela o azúcar y cale lentamente a fuego bajo, revolviendo ocasionalmente hasta que ablande la fruta y quede abrillantada con el almíbar.
Ensalada de papaya verde
Pele la papaya, retire las semillas, ralle o corte en tiras muy finas, sumerja en agua fría con limón, escurra bien, ponga en un tazón, agregue cebolla cabezona en plumas, cuadritos de tomate verde, y aderece con jugo de limón, aceite de oliva, sal y pimienta.