El desprendimiento
Bogotá, agosto 22 de 2010
Resignación es la capacidad de aceptar las adversidades. No permitamos que una pérdida ocupe más del tiempo necesario en la memoria. Aceptar que el milagro de estar vivos ese día es suficiente para darlo por pago. Los americanos dicen “There´s no free lunch”. En el lenguaje procaz paisa se traduce, “No hay polvo gratis”. En mi práctica personal en la que hago uso del mayor número de previsiones posibles para evitar accidentes, pido al cielo con ahínco que me provea con resistencia, cordura y aceptación para seguir sin mirar hacia atrás. Ni al lado. Siempre al frente.
Esta mañana me disponía a empezar a recopilar la información para empezar un segundo nuevo ciclo de enseñanza de la cocina del Gran Santander. Sin duda debía de empezar por un documento inédito escrito hace no menos de 70 años por la dama santandereana Teresa Gómez que recopiló la mesa elegante y tradicional del patio solariego de su región. Escritas a mano unas 250 páginas en tamaño oficio contenía juiciosamente todas, todas las preparaciones en un orden científico que empezaba por bocados de sal y dulce y sin olvidar los embutidos, las cazuelas de la colonia, el derroche del uso de arroz, el maíz y la piña, terminaba con las bebidas más exóticas a base de los productos de la tierra nativa.
Busqué, levanté los cimientos de mi casa, en cada estante, saqué ejemplar por ejemplar. Sabía que había sido libro de consulta en el semestre que pasaba, así que estaba segura de tenerlo casi a mano. Pero no. No me resignaba a suspender la búsqueda y subía, bajaba, armaba y desarmaba las pilas de libros y documentos que tengo en riguroso orden de temas. El libro no aparecía. En circunstancias similares aprovecho la labor de búsqueda para reubicar y memorizar la ubicación de otros libros. La mayoría de las veces, si bien no de inmediato, encuentro lo que busco cuando no me proponía.
En una ocasión, ante la pérdida sistemática de más de cinco ejemplares incunables, en un rapto de rabia y autoflagelación por haberlo prestado presa de la emoción para que algún tercero lo disfrutara como yo, tras otorgarle un voto de confianza por su idoneidad y respeto por lo ajeno, decidí deshacerme de dos mitades de mis libros para tener a mi haber sólo unos cuantos, los más preciados. De manera que pudiera tenerlos a mi alcance, de verles los lomos en su lugar, incólumes, esperando el turno para ser releídos.
Desapareció la joya de Teresa; alguien lo sustrajo de mi casa, de mi restaurante. Le pedí a Santa Rita de Casia que me ayudara a encontrarlo en el acto, ya que ella, patrona de las tareas difíciles me hiciera el favor. Prendí la vela, reemprendí la última búsqueda y lo di por muerto, por desaparecido. Llegué a la conclusión de que ese objeto llamado libro había cumplido su misión en mis manos y tuve el valor para no lamentarme.
Me encanto este escrito…leerte es como oirte hablar y eso me conforta mucho.
Que raro que aunque no hemos compartido mucho tiempo juntas, tu me produces tanto afecto…tanta afinidad.
Mi Star, mil gracias por escribir, por compartir con el mundo tus pensamientos.
Resignación, y la satisfacción que en tus manos estuvo una joya invaluable, que por la razón que fuese o los designios tal vez truncados por las ambiciones de otra persona, ese ejemplar fue tuyo, y lo utilizaste; hubiese sido peor nunca ver la caligrafía artística y casi espiritual de dicha dama de los santanderes.
un abrazo
Javier Ardila