Junio 26 de 2010, días después de la decisión de escribir a diario en mi página, en mi blog, la cuartilla que recomienda Hemingway, y tres días después del nacimiento de mi cuarto nieto bajo cielo londinense, encontré el camino para actuar, para no dejar pasar, para perder el miedo a lo que quede escrito pueda dañar, molestar. No hay excusa para no escribir. Primero, este medio prodigioso permite la edición imediata de la obra sin intermediarios, la lanza al universo de millones, alguien la leerá (y si no, no mporta; escribir es un acto íntimo y personal). Segundo, si nos molesta el asco que produce el mundo editorial, sus dotes de manipulador en las artes del carameleo, a aprovechar se dijo. A lo largo de mi vida he pasado por antesalas y despachos de empleados de la industria editorial de toda laya, así que «me» los conozco. Un empleado más, un esclavo más de la industria, no importa si conoce el tema o no, lo primordial es que le saque el mayor provecho al contrato con el autor, que el autor reciba la participación más pequeña de la torta completa, que el autor sea lábil, que se preste para que lo disfracen, le vuelvan trizas su obra, que se someta a cirugías plásticas para que salga bonita la promoción de venta, que su texto sea de moda y que complazca a los lectores hechos a imagen y semejanza de los dueños y sus esclavos. Es mucha agua editorial la que ha corrido bajo mis pies. Tanta que podría escribir un libro con las ocurrencias de los editores. Como en los matrimonios, tendría que ser una niña boba para no aprender con cada experiencia, y no es necesario cometer muchos para el doctorado. Estoy observando sus artilugios desde la época en que no se le conocía como la Media, los Medios. Eran libros, revistas, periódicos y emisoras. Como los maestros, los magistrados y los miembros de las altas cortes, quienes estaban tras bambalinas de estos medios de difusión gozaban de respetabilidad. Y a medida que crecía mi oficio, crecía el espectro amplio de quienes tenían que ver con mi oficio. No nací con dispositivo de autosuficiencia incorporado. El oficio me formó. La vida, esa organización que dispone de ti, ha sido generosa conmigo. No por preferencia. No por palancas. A ratos creo que la vida ha observado que tan atenta he estado a los mensajes que me envía, a los datos que me pasa, para que no peque por bisoña. De esta manera han tocado mis puertas todo tipo de revistas de todos los temas, editoriales de muchas especialidades, periódicos de todas las tendencias, programas radiales de todas las frecuencias y no cuento más. Con esa muestra bastó. Sin proponérmelo hice mi trabajo de campo y pude, sin proponérmelo, sacar mis propias conclusiones. Heme aquí con el editor del futuro. Mi blog. Como los editores quieren complacer a quien compra y consuma, su primer intento es cambiar la idea que tiene el escritor y hacer que éste acomode su obra a las necesidades del dueño del balón. Así que es posible que si el futbol está de moda, los editores te insinúen que escribas un poemario sobre fuchibol. Pues no, no y no. Mi sensación inmarcesible de libertad me la provee la escritura. Y esta no es negociable. Así que en este espacio prodigioso, a diario flotaran en el inmenso universo tropezándose con minúsculas partículas de chatarra atómica, con colas de satélites, con cuanto gravita en el universo, lo que el ser humano y su hábitat me inspiran, incluyendo mi acontecer en la cocina. Viva la red.
y sabes que es lo más hermoso?
que si quieres escribir tus miedos, odios, amores, errores, ocurrencias,etc.., nadie te va a tapar la boca, ni te van a censurar por no ser apropiada, ¿apropiada para quién? ¿para los ignorantes? ¿para los mentirosos? uno es simplemente quien es, así la vida te de mil golpes y parezca que se modifica como actúas o piensas, se es quien es, desde que se nace hasta que se muere (y más allá) y…. ¿quien se cree un editor para calificar algo tan abismal y sublime como lo es un escrito? (del corazón, claro está)
Buena Noche
Javier Ardila